Hace un año yo estaba en otro horizonte.
Antes de emprender el regreso, Graciela me dijo suavemente:
"hay que extrañarse con añoranza y no con melancolía".
Después me echó una mirada con la profundidad de sus ojos, los más sabios, y me contagió su sonrisa.
Qué pena no haber pensado
"ojalá que no
pero esta vez acaso sea la última"
Y con el deseo más tierno que otras noches
haber tentado las piernas de la mujer tierna
que afortunadamente no eran de carrara
haber posado toda su palma sobre la hierbabuena
y haber sentido que su mano agradecía
viajar moroso y sabio por el vientre
haberse conmovido con valles y colinas
haberse demorado en el flanco y su hondonada
que siempre era su premio bienvenido
andar por los pechos eligiendo al azar
y allí quedarse un rato
descifrando
con el pulgar y el índice haber reconocido los labios
que afortunadamente no eran de coral
y deslizar una mano por debajo del cuello
que afortunadamente no era de alabastro.
Qué pena que no pensaramos aquella noche:
"ojalá que no
pero puede ser la última
Y si después de todo
es la última vez...
Entonces cómo
cómo haré mañana
de donde sacaré la fuerza y el olvido
para tomar distancia de esta orografía
de esta comarca en paz
de esta patria ganada
apenas y a penas
a tiempo y a dulzura
a ráfagas de amor".
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Sobre un sentimiento de M.B
"En la calle ya se dice que no era como soy Y qué querés? Si la ternura me brotó... Y estos versos tan melosos que tu danza se robó son la prueba irrebatible de un amor... y me dan ganas de meter la pata..."
